lunes, 15 de septiembre de 2008

Manuel Ugarte, un profeta "maldito" y olvidado

Es un socialista criollo de la generación del 900 que impulsa la unidad hispanoamericana. Denuncia al imperialismo yanqui desde 1901 -por sus intervenciones en América Central y el Caribe- hasta el año de su muerte, por la guerra de Corea. A principios del siglo XX escribe: "Actualmente los grandes diarios nos dan, día a día, detalles a menudo insignificantes de lo que pasa en París, Londres o Viena y nos dejan, casi siempre, ignorar las evoluciones del espíritu en Quito, Bogotá o Méjico. Entre una noticia sobre la salud del emperador de Austria y otra sobre la renovación del ministerio del Ecuador, nuestro interés real reside naturalmente en la última. Estamos al cabo de la política europea, pero ignoramos el nombre del presidente de Guatemala".
De 1910 a 1913, Ugarte recorre toda la América hispana, da conferencias y es aclamado en 20 capitales. Ya no predica el internacionalismo proletario sino la construcción de la Patria Grande, la gran nación iberoamericana. Es un socialista que rechaza trasplantar experiencias europeas: "El socialismo debe ser nacional", dice en 1911. Al año siguiente escribe: "Bajo ningún pretexto podemos aceptar la hipótesis de quedar en nuestros propios lares en calidad de raza sometida. ¡Somos indios, somos españoles, somos latinos, somos negros, pero somos lo que somos y no queremos ser otra cosa!".
En la década del 20, los principales líderes de la Revolución Mexicana le escriben a Ugarte y le agradecen su apoyo. Augusto César Sandino, el "general de hombres libres", también le envía una carta desde Nicaragua, reconoce su respaldo a la lucha contra los marines yanquis y dice que lo ve como una de las figuras más importantes del patriotismo latinoamericano. Dos grandes dirigentes peruanos lo alaban: Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), lo considera el precursor de esta organización; José Carlos Mariátegui afirma que el escritor argentino es uno de las más prestigiosos personajes de América hispana.
El patriota iberoamericano regresa a Buenos Aires en marzo de 1946, después del triunfo electoral del entonces coronel Juan Domingo Perón. "Más democracia que la que ha traído Perón, nunca la vimos en nuestra tierra. Con él estamos los demócratas que no tenemos tendencia a preservar a los grandes capitalistas y a los restos de la oligarquía", declara. Y luego escribe: "Todos los presentimientos y las esperanzas dispersas de nuestra juventud, volcada un instante en el socialismo, han sido concretadas definitivamente en la carne viva del peronismo, que ha dado fuerza al argentinismo todavía inexpresado de la Nación. Ahora sabemos lo que somos y a dónde vamos. Tenemos nacionalidad, programa, derrotero".
En noviembre de 1951, Ugarte vuelve a Buenos Aires. Él mismo explica la razón del viaje: "No he pertenecido nunca al bando de los adulones y si hago ahora esta afirmación, si he vuelto especialmente de Europa a votar por Perón, es porque tengo la certidumbre absoluta de que alrededor de él debemos agruparnos, en momentos difíciles que atraviesa el mundo, todos los buenos argentinos".
El Partido Socialista, de orientación liberal conservadora, lo expulsa dos veces, a causa de sus "desviaciones nacionalistas". En 1910 se realiza un nuevo congreso de la Internacional Socialista en Copenhague, pero esta vez viaja el dirigente Juan B. Justo desde Buenos Aires, en lugar de designar a Ugarte que se encontraba en París. El diario La Nación comienza a rechazarle artículos. Sus libros El Porvenir de América Española, La Patria Grande, El destino de un continente y La Reconstrucción de Hispanoamérica, se editan en el país recién dos años después de su muerte, por iniciativa de Jorge Abelardo Ramos en la pequeña editorial Coyoacán. Ugarte muere enfermo y sin un centavo, lejos de Argentina. Poco antes, comenta: "En otras partes se fusila, es más noble".
Un muerto en vida
En "Redescubrimiento de Ugarte", publicado en febrero de 1985, Jorge Abelardo Ramos escribe: " […] en la irresistible Argentina del Centenario, orgullosa y rica, el emporio triguero del mundo, no había lugar para él. No solamente porque, como decía Miguel Cané, escribir una página desinteresada en Buenos Aires equivalía a recitar un soneto de Petrarca en la Bolsa de Comercio, sino a causa de que Ugarte iría a desenvolver su vida contra la lógica de la factoría euro-porteña: era socialista, aunque criollo y católico; argentino, pero hispanoamericanista. Si bien es cierto que lucharía por la neutralidad en las dos guerras inter-colonialistas del siglo, debería hacerlo contra la opinión dominante del rupturismo demo-izquierdista favorable a las potencias democráticas; más tarde, asumiría la defensa de la industria nacional y de la clase obrera en un país agropecuario, librecambista y antiobrero".

Galasso señala que Ugarte, "ha corrido un destino diverso: un silencio total ha rodeado su vida y su obra durante décadas convirtiéndolo en un verdadero "maldito", en alguien absolutamente desconocido para el argentino medianamente culto que ambula por los pasillos de las Facultades. No es casualidad, por supuesto. La causa reside en que, de aquel brillante núcleo intelectual, sólo Ugarte consiguió dar respuesta al enigma con que los desafiaba la historia y fue luego leal a esa verdad hasta su muerte. Sólo él recogió la influencia nacional-latinoamericanista que venía del pasado inmediato y la ensambló con las nuevas ideas socialistas que llegaban de Europa, articulando los dos problemas políticos centrales de la semicolonia Argentina y de toda la América Latina: cuestión social y cuestión nacional. […] De ahí la singular actualidad del pensamiento de Ugarte y por ende su condena por parte de los grandes poderes defensores del viejo orden".
Pedro Orgambide -el último que escribió antes de morir el 19 de enero de 2003- sostiene: "No fue profeta en su tierra. Es, aún, el gran olvidado del pensamiento político argentino. En cambio, sus ideas impulsaron la acción de hombres como el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre o el nicaragüense Augusto César Sandino. Su nombre es citado con frecuencia en otros países de América latina; pocas veces en la Argentina. […] No gana plata con la política. Al contrario: por ella, pierde su fortuna. Y por su heterodoxia, se le cierran las puertas de la cultura oficial. […] Su figura disgusta a algunos sectores clericales y políticos por lo que cansado de pelear renuncia. […] Más retaceada es su influencia aquí, en el llamado "pensamiento nacional", y poco reconocida su incidencia en el origen de la "tercera posición" de nuestro país, en tiempos de la guerra fría".
Ramos dedica varias páginas al trágico destino de este luchador visionario y el silenciamiento sistemático de su vida y obra. Se transcriben sólo dos párrafos:
"El irritado silencio que ha rodeado siempre a la figura de Ugarte no sólo es necesario atribuirlo al papel de "emigrado interior" del intelectual del 900 en las semicolonias, sino al "leprosario político" en el que la oligarquía y sus amigos de la izquierda cipaya recluyen a los hombres de pensamiento nacional independiente. A principios de siglo al escritor latinoamericano no le quedaba otro recurso que enmudecer o emigrar. Las pequeñas capitales de la nación "balcanizada", aún la más presuntuosa, como Buenos Aires, habían sustituido la función social del escritor con el libro español o francés.


Articulo de Roberto Bardini

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