martes, 16 de septiembre de 2008

HOMERO MANZI


Homero Nicolás Manzione vino de Santiago del Estero, de esa Añatuya callada y desvalida, que él llamó Aña-mía, y se metió con su espíritu poblado de versos en un barrio de Boedo mistongo, que se derramaba en cafetines, lustrabotas y mendigos hacia una calle Chiclana amenazada por la inundación. Allí atorranteó atardeceres con Cátulo Castillo, Julián Centeya y el "loco Papa" y allí enfrentó el dilema con que lo desafiaba el país semicolonial: buscar como tantos la gloria oficial, el buen pasar, la fama que difunden los medios de comunicación en poder de la clase dominante o jugarse entero por su verdad, a la intemperie, corriendo el riesgo del silenciamiento, de la discriminación, en fin, recibir la maldición del sistema.
Homero Nicolás Manzione no dudó. Se jugó en la resistencia irigoyenista contra la dictadura del Gral. Uriburu y contra el gobierno usurpador del Gral. Justo. Conspiró, fabricó bombas caseras, conoció cárceles. Su casa de la calle Garay y Danel se convirtió en centro clandestino de lucha popular y desde allí desarrolló, con Arturo Jaureche, Luis Dellepiane y tantos otros, no sólo la pelea contra el conservadurismo vacuno sino también contra la claudicación de la dirección alvearista del partido Radical.
En 1935 participó de la fundación de FORJA, bajo el lema "Somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre". Junto a sus amigos denunció el Estatuto Legal del Coloniaje. Su voz se levantó en la tribuna esquinera, erguido sobre cajoncitos de cerveza, apostrofando las entregas y latrocinios de la Década Infame. Nos dicen -sostuvo Manzione-, que hay una cosa intocable entre los distintos eslabones de la economía: el gran capital, especialmente cuando se trata de accionistas extranjeros, y por eso es necesario crear la mentalidad opuesta, la mentalidad nacional, que frente a ese argumento diga sencillamente esto ¡qué se vayan a la puta que los parió esos accionistas!
Una y otra vez, desde FORJA, denunció el sometimiento del gobierno al imperialismo británico, la complicidad de Alvear con los hombres del régimen, la expoliación que sufría el país, especialmente las provincias como la suya, porque -decía Homero - "Santiago del Estero no es un provincia pobre, sino una provincia empobrecida". Una y otra vez reclamó mejores salarios, respeto a los derechos populares, en fin, como decía FORJA, las cuatro P: PATRIA, PAN Y PODER AL PUEBLO.
El sistema lo silenció, lo condenó como a Jauretche y Scalabrini Ortìz al sótano de la calle Lavalle al 1700 donde tenía su sede FORJA. Expulsado de la Facultad de Derecho, exonerado como Profesor de Literatura, silenciado como poeta, discriminado en el radicalismo por rebelde y antimperialista, Homero Manzione fue convertido en "maldito", pero el poeta que había dentro de él le jugó una mala pasada al sistema. Si por sus ideas le cerraban el camino a ser hombre de letras, él se dedicó a hacer letras para los hombres, y se transformó de Homero Nicolás Manzione en HOMERO MANZI.
"Homero se nos fue al mundo de la noche"- señaló Jauretche y allí no pudieron con él. Sus versos recrearon los barrios de tango con el farol balanceando en la barrera y el codillo llenando el almacén, se nutrieron de los compadres del café "Dante" las muchachitas de Alsina, acunaron a la negra María, consolaron a la mulata abandonada, convocaron al papá Baltazar de los chicos pobres y a Malena con su "voz de sombra" en el paisaje indeleble de un "Sur, paredón y después", con las "chatas entrando al corralón", chapaleando barro bajo el cielo de Pompeya, herido de lonjas rojas, con sus gorriones y fabriqueras, con el eco de un bandoneón, "mariposa de alas negras", brotando del último organito de una ciudad entristecida.
Así, el Manzi poeta violó la censura oligárquica por el camino abierto del cancionero popular. El otro, el Homero Manzione político, condenado al olvido, no mencionado en ninguna historia política, permaneció "maldito", pero siempre en alto su bandera popular. Ese Homero Manzione declaró en 1947: "Perón es el reconductor de la obra inconclusa de Yrigoyen. Mientras siga siendo así, nosotros continuaremos creyéndole, seremos solidarios con la causa de su revolución que es esencialmente nuestra propia causa. Nosotros no somos ni oficialistas ni opositores: somos revolucionarios".
Cuatro años después, un triste 3 de Mayo de 1951, la muerte le pungueó el corazón y él se despidió "lleno de luces y colores que integran mi cortejo final de despedida".
Había sido un "maldito". Sin embargo, aún hoy, cuando en la radio de un tallercito del suburbio o en la disqueria de Corrientes, florecen otra vez sus versos, "con un perfume de yuyos y de alfalfa que nos llena de nuevo el corazón, parece como si Homero", indoblegable, se pasease todavía entre nosotros con su cara redonda y sus ojos limpísimos de niño, esos por donde "su frente triste de pensar la vida, tiraba madrugadas", según dijera Cátulo Castillo, para mantener viva la canción y encendernos de nuevo la esperanza.
Centro Cultural Enrique Santos Discépolo

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