lunes, 13 de septiembre de 2010

El “peligro” populista

La democracia, eso se dice, es la forma de lo diverso, el ámbito formal y material por el que circulan, o deberían circular, las voces y los cuerpos de la pluralidad. La democracia, y en el interior de una sociedad que ha padecido los horrores del terrorismo de Estado esto es más grave y urgente, es mucho más que una cuestión formal o reducible a juegos jurídico-institucionales aunque sea, por supuesto, la base sin la cual la propia democracia se desvanece y, finalmente, se transforma en un nombre vacío. Pero, y eso lo hemos experimentado después de casi tres décadas de recuperación del estado de derecho, la democracia languidece allí donde queda cristalizada en su aspecto puramente formal dejando de lado algo que la acompaña desde los albores griegos y que denominamos “el litigio por la igualdad”, es decir, el conflicto que surge entre los incontables de la historia, los desposeídos de todos los bienes, y quienes, hablando de democracia, suelen quedarse con toda la riqueza socialmente producida. Democracia e igualdad se entraman asumiendo un vínculo siempre complejo, arduo y contradictorio.

Casi treinta años de recuperación del estado de derecho nos habilitan, qué duda cabe, para interrogar/nos por los alcances y los límites de nuestro tiempo democrático. Pensar que la democracia es algo natural e indiscutible es no sólo anquilosarla sino, más grave todavía, dejarla vacía de contenidos y exhausta ante su apropiación por aquellos que nunca creyeron en las virtudes de esa invención griega. Pero suponer, como también sostienen otros, que hay que separar prolijamente la forma del contenido, cuidando la calidad institucional, la circulación de los bienes simbólicos propios de la democracia mientras se ahondan las desigualdades y crece exponencialmente un orden económico que subvierte aquello que debería ser la base del sistema, esto es, la igualdad de derechos pero también de oportunidades, es condicionar, bajo retórica liberal y bien pensante, la invención democrática como el ámbito de reparación de las inequidades y las injusticias. Los progresistas de última generación, los que fueron amasados durante los años noventa, han aprendido a invisibilizar el litigio por la igualdad arrojándolo al tacho de los desperdicios o de los conceptos anacrónicos mientras se afanan por mitologizar la dimensión “institucional y legal” de la democracia. Para ellos la cuestión urgente de lo social y de la desigualdad lejos de ser la masa crítica de una genuina república democrática suele expresar los deslizamientos hacia el peligro populista, la habilitación de la demagogia y del clientelismo. Sin decirlo han hecho suya la matriz neoliberal que en las décadas finales del siglo pasado condicionó las democracias continentales amputándoles toda referencia a lo social y al conflicto como núcleos de la politicidad democrática.

En América latina, continente que conoció de manera apabullante las distintas prácticas dictatoriales, la época signada por la recuperación de la democracia, por el aparente logro de su estabilidad, no supuso el avance de la equidad ni de la justicia distributiva sino que, por el contrario, ofreció la peor de las realidades: entre los años ’80 y ’90 lo que creció exponencialmente fue la desigualdad y la concentración de la riqueza transformando al continente sudamericano en el más desigual del planeta. Deuda profunda y esencial de un sistema político, el democrático, que habilitó la mesa para que todos participaran del banquete pero que, a la hora de la invitación efectiva, dejo a las mayorías afuera.

Lo llamativo es que en el preciso momento histórico en que varios países de la región buscan acortar las distancias entre la dimensión formal de la democracia y las deudas sociales impagas hacia las grandes mayorías populares, se alzan las voces de alerta de los “defensores” del establishment, de los adoradores de la calidad institucional que vienen a denunciar el avance prodigioso de la bestia populista, la amenaza última y más grave por la que tendrá que atravesar nuestro continente en su camino hacia la “civilización”, momento en el que por fin alcanzaremos el estatuto de “países serios” y nos desprenderemos de nuestros dictadorzuelos tan emblemáticos, de esos que provienen de la saga de los Cárdenas, de los Perón, de los Vargas y de tantos otros exponentes del macondismo latinoamericano.

Poco o nada les importa la brutal brecha entre ricos y pobres, mucho menos les interesa cuestionar la lógica depredadora del capitalismo neoliberal, para ellos el gran peligro se relaciona con el retorno de los populismos. Sus enemigos irreconciliables llevan los nombres de Chávez, Néstor y Cristina Kirchner, Evo Morales, Correa, Lugo. Atrincherados en la ardiente defensa de las instituciones democráticas, campeones de la división de los poderes, adalides de la libertad de prensa siempre amenazada, fervorosos sostenedores del libre mercado, dirigen todas sus baterías contra quienes han venido a cuestionar la marcha de América latina hacia la “madurez democrática”. Para ellos la diversidad, el pluralismo y el consenso terminan cuando tienen que describir el “horror populista”. En ese momento su arsenal retórico se nutre de los vocablos más ultrajantes y soeces arrojando a diestra y siniestra palabras como “fascismo”, “totalitarismo”, “Estado terrorista”, “autoritarismo”, “censura”, etcétera. Sus descripciones de los gobiernos caracterizados como “populistas” son intercambiables con las que se podía hacer, en otro contexto histórico, con los regímenes del fascismo histórico. Más allá del abuso del lenguaje nos encontramos ante un brutal ejercicio antidemocrático, ante una virulencia canalla que pone en cuestión la propia legitimidad de aquellos que llegaron al gobierno respetando todas y cada una de las formas democráticas.

2. Lo que no deja de sorprender es que algunas voces de prestigiosos intelectuales, otrora identificados con perspectivas progresistas, se afanen con sistemática prolijidad en cuestionar por autoritario y hasta por totalitario (¡sic!) a un gobierno que, siendo legítimo y legal (porque llegó con un importante caudal de votos y porque siempre habilitó el juego de la autonomía de los poderes), ha buscado, con más aciertos y errores, modificar el modelo económico que desde 1976 profundizó la inequidad, la injusticia y la pobreza. Juan José Sebreli, liberal de escritorio que suele invisibilizar lo que ha significado el liberalismo a lo largo de nuestra historia, las terribles dosis de violencia que supo desencadenar y las retóricas del genocidio que desplegó desde el siglo XIX hasta alcanzar una de sus cotas más altas con el proyecto cívico-militar de la dictadura videlista, se desvive por establecer relaciones “inequívocas” entre el actual “demonio populista” y el peligro de un avance totalitario.

Para el bueno de Sebreli la interpretación que desde el kirchnerismo se hace de la historia nacional, el giro que provocó en un relato hegemonizado por los vencedores de siempre, se asemeja a lo hecho por el estalinismo, es decir, por el sistemático borramiento de la verdad histórica en nombre de los intereses ideologizados de un grupo ávido de poder. La pobreza argumentativa de Sebreli, su chatura conceptual, sería memorable si no viniera a expresar el sentido común de algunos sectores del establishment económico-mediático y el estado de ánimo interpretativo-prejuicioso de franjas de la clase media atiborradas de antiguo y nuevo gorilismo. Un cualunquismo del mediopelo que suele rodearse de venerables bibliografías para hacer pasar por inteligentes lo que no son más que vulgaridades atravesadas por el prejuicio y el racismo.

Algo equivalente, aunque yendo por otros caminos también trillados infatigablemente por los publicistas del establishment, viene propinando, desde las democráticas y populares páginas de La Nación, reiterada y concienzudamente, Beatriz Sarlo. Haciendo algunos malabarismos conceptuales, hundiendo el filo de su argumentación supuestamente refinada y erudita en algunos núcleos decisivos y laberínticos de nuestra historia reciente, suele culminar en lo que ya se ha transformado en un preconcepto irrevocable: todo, absolutamente todo lo que hacen los Kirchner tiene que ver con su insaciable sed de poder. Son los Nerón de la época, los enloquecidos portadores de un afán salvaje que, de la mano del oportunismo más desenfrenado e impune, los ha llevado por los desfiladeros del populismo y la demagogia, contaminando hasta envenenarla por completo a la saga de los derechos humanos. Su pragmatismo radical no conoce de límites ni de pudores, ellos sólo aspiran al poder.

En ese afán loco se apropiaron del relato de la historia transformándolo en vodevil circense durante las jornadas del Bicentenario, de la generación de los setenta, de la lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, de las tradiciones latinoamericanistas, del “mesianismo montonero”, y de toda urdimbre ideológico-demencial que estuviera a mano para perpetuarlos en la Casa Rosada. Conflicto por la renta agraria, reestatización del sistema jubilatorio, creación compartida de la Unasur, derogación de las leyes de impunidad y reapertura de los juicios, saneamiento de la Corte Suprema de Justicia, desendeudamiento con el FMI, recuperación salarial, paritarias, ley de servicios audiovisuales, asignación universal, matrimonio civil igualitario, denuncia de los orígenes brutales del negocio llamado “Papel Prensa”, y sigue la lista, son, para tan ilustre intelectual, la suma de una colosal operación ficcional, el pleno ejercicio de la impostura (apenas Pino Solanas se le asemeja a la hora de enarbolar esa graciosa retórica a través de la cual nada de lo que sucede tiene que ver con el orden de la realidad y mucho menos con las intenciones desplegadas por un gobierno esencial y estructuralmente impostor). Llama la atención la vacuidad y la pobreza argumentativa, el amontonamiento de palabras y descripciones supuestamente históricas para sostener una idea repetida hasta la náusea por los escribas de la derecha neoliberal, esos mismos que escriben en el mismo diario pero que lo hacen sin subterfugios neoprogresistas ni alambicamientos conceptuales. Últimamente podrían resultar intercambiables las columnas de Mariano Grondona, de Beatriz Sarlo, de Juan José Sebreli y de Joaquín Morales Solá. Dicen, con estilos diferentes, prácticamente lo mismo.

Regresando, entonces, a lo señalado al comienzo de este artículo: para ellos, escribas de la República, la democracia está amenazada, sus instituciones han sido prostituidas y, más grave todavía, la memoria del país también está amenazada de irreparable insania, de esa que han sabido desplegar, con astucia envenenada, los Kirchner. En su peculiar concepción de la democracia estaríamos deslizándonos hacia el totalitarismo. Elisa Carrió suele decir lo mismo con menor refinamiento y mayor explosión apocalíptica: es el fascismo el que gobierna la República y la última trinchera que nos queda para defender la libertad lleva el nombre del señor Magnetto y del Grupo Clarín. Patético si no fuera parte del arsenal destituyente, de ese mismo arsenal que reduce la democracia a la defensa irrestricta de los intereses corporativos.

RICARDO FORSTER

Cuestión de estilo... monopólico

Para la vara de medir de Fontevecchia, prestada por Proust, Magnetto no puede ser tomado como alguien dañino al bien público ya que la conducta del CEO del Grupo Clarín no altera el prejuicio estético del director de Perfil.

El estilo es sólo un conglomerado de manifestaciones de la estética, la gestualidad y la cinética de la persona, pero nunca la persona. De manera que el Jorge Fontevecchia nos hace equivocar de la mano de Marcel Proust a la hora de colocar la lente sobre la persona pública de Héctor Magnetto, para repetir el error sobre la evaluación de Guillermo Moreno, también como persona pública. Quiero decir con esto que con la mirada puesta en el estilo no se mejoran ni desmejoran los actos que las personas ejercen: sólo se ofrece una oportunidad, a quien quiera ser injusto, para disimular su voluntad de injusticia. Así, para Fontevecchia, Moreno daña al país por una razón de estilo, mientras que Magnetto no puede ser tomado (en virtud de la vara de medir de Fontevecchia, prestada por Proust) como alguien dañino al bien público ya que la conducta del CEO del Grupo Clarín no altera el prejuicio estético del director de Perfil.

Repasemos: haber entorpecido la labor de la Justicia en la averiguación de la identidad de los hijos de Herrera de Noble, adoptados cuanto menos de manera irregular, es sólo un “error” salvado seguramente por esta cuestión del estilo. Desarrollar prácticas monopólicas, aprietes, acorralamientos de mercado y “aprovechar su posición dominante” nada más ni nada menos que en el “mercado” de la comunicación (que es la versión economicista de lo que los países democráticos llaman sistema mediático) no nos dice, según Fontevecchia, que Magnetto haya intentado controlar la opinión pública argentina, pretensión que se le arroga a nuestro gobierno con tanta abundancia de infundios como de falta de estilo. Haber sido señalado por Lidia Papaleo como la persona que más la atemorizaba –más aún que los propios dictadores– en la “negociación” bajo secuestro y tortura de Papel Prensa no convierte a Magnetto en un monstruo demoníaco para la mirada proustiana de Fontevecchia.

En cambio, Guillermo Moreno, por cuestiones supuestamente de estilo, de prejuicio estético –más que de juicio ético–, hace que el ejercicio de sus funciones públicas en defensa de los intereses de la Nación le parezca al dueño de Perfil una acción canallesca. Claro es que lo de Moreno, muy por el contrario, no es el resultado de ningún estilo, sino la reacción de repugnancia que le produce a cualquier persona honesta ver el manejo discrecional y abusivo que los gerentes de los grandes medios hacen nada más y nada menos que con la materia prima de la producción de diarios en el país, asunto que, por anormal y enojoso, debería escandalizar a quienes se sientan genuinos defensores de la libertad de prensa.

Los argentinos tenemos que tomar prueba de estas situaciones vergonzantes para saber diferenciar a los que defienden la libertad de prensa de los que defienden la libertad de “su prensa”, poniendo la ventaja de la empresa por encima del derecho ciudadano. En el episodio que tanto consterna a Fontevecchia –el “¡Acá no se vota!”–, Guillermo Moreno defendió para todos los argentinos el rol de la comisión fiscalizadora de la empresa Papel Prensa por parte del Estado que los representantes de Clarín y La Nación pretendían arrebatarle por encima del propio estatuto interno. El objetivo era el de clausurar para siempre la mirada pública sobre los manejos turbios de los directores privados de la empresa. Gracias a Moreno no lo lograron. Dirán como dicen que el secretario de Comercio es “polémico”, pero jamás han podido discutir con argumentos sólidos la acción del funcionario. Justamente, por no poder discutir los argumentos, intentan demonizar a la persona por esas cuestiones de estilo.

En todos los casos hablo, como se advierte, de las personas públicas, que es lo que importa, y que se descubren a fuerza de sólo atender a los actos públicos. Esos actos, que no se humanizan ni se deshumanizan apelando a la piedad ni a la simpatía, cobran peso especial en el juicio de la historia. La ancianidad de los represores apena, pero no por tener que enfrentar el castigo a sus años, sino por el hecho de que hayan llegado a ancianos eludiendo la acción de la Justicia. Sus atrocidades irreparables cometidas como actos públicos de la política del terror no se atemperan en el juicio por la propia naturaleza de sus delitos.

Dice el director de Perfil que sólo comparte con Clarín “la tensión de la competencia”, y a este solo declarar, declara compartir mucho más. Por ejemplo la convicción de que el espacio mediático es un lugar de disputa por ocupación y no un lugar de batalla por la prevalencia de las opiniones. Dicho de otro modo, un lugar en donde la lucha no es por sostener ideas sino por “concentrar” los mecanismos que sean capaces de imponer ideas, cualesquiera que sean, y aun distintas y opuestas según la ocasión. Es decir una lucha por controlar a la opinión pública. Y está claro entonces que a Fontevecchia y a Magnetto los une esa misma vocación: aun cuando puedan reconocerse diferencias de estilo se puede advertir este deseo de sustitución.

En 1991, en una reunión convocada por el rector de la Universidad de Belgrano, Avelino Porto, Magnetto adelantó el interés que movía al Grupo: disputarle la mediación a la política. Es la marca registrada del paradigma del monopolio, porque sin monopolio no hay posibilidad de triunfar en esa disputa. La idea tiñó a todos, y a toda una época, de una manera tan furibunda que muchos creen hoy, Fontevecchia entre ellos, que no hay vida después del monopolio.

El cambio de paradigma que trae la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner es copernicano, y eso genera desconcierto, y el desconcierto provoca extrañas reacciones. Es cierto que Perfil sufrió el trato desventajoso de la empresa proveedora de papel de diario que maneja el Grupo, pero ante la transformación que se avecina en el sistema mediático con pluralidad y diversidad se le ocurre a Fontevecchia un marco mucho más peligroso.

“Los políticos lo quieren todo”, acaba de decir en una entrevista. En realidad se trata de la política recuperando el rol que le fuera arrebatado a fuerza de las presiones extorsivas de los constructores de prestigios. “Todo” en este caso es sólo aquello que perdieran a manos de los grupos con posiciones dominantes hegemónicas.

El resto es el periodismo genuino, honesto y democrático que estuvo a punto de desaparecer por la acción de los que pretenden condicionar a la opinión pública con prácticas concentradoras de empresas que atentan contra la libertad de expresión.

GABRIEL MARIOTTO

*Presidente de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA). Es licenciado en Periodismo y en Comunicación Social. Desde junio de 2003, a comienzos del mandato de Néstor Kirchner, se desempeñó como subsecretario de la Secretaría de Medios de Comunicación de la Jefatura de Gabinete de Ministros. Fue reconfirmado en ese cargo por Cristina Fernández.

Apoyo a Magnetto

Esta persona está muy lejos de ser un santo. Muy lejos. Pero aun con todo lo que sus presiones me hicieron padecer, nunca me resultó el monstruo diabólico que pretende exhibir Guillermo Moreno.

Si el estilo es la persona, como decía Proust, este Magnetto de hoy no es la persona que yo conozco. El que yo conocí en los albores del menemismo valoraba a los demás por su capacidad de reserva (“ése come callado”, era su elogio), pagaba en los restaurantes en efectivo para no dejar registro de su paso, transitaba fuera del circuito (iba de vacaciones a San Luis en auto), era socialmente fóbico y trabajaba hasta medianoche.

(...) Algo cambió en su vida al inicio de esta última década: se separó, se puso a dieta (ravioles de espinaca era su muletilla) y se mudó a la exclusiva avenida Alvear, justo frente al Jockey Club. En 2002, cuando la economía del país explotó y todas las empresas de medios pasaron a ser insolventes, las penurias compartidas más su final aceptación de que nunca sería vendedor hicieron que retomáramos el contacto. Recuerdo un día que vino a almorzar a Editorial Perfil y me confesó: “Hace meses que casi no duermo”. Y otro, cuando me sorprendió con un llamado telefónico para “felicitarme” por algo que yo hacía y molestaba mucho a Julio Ramos. “Te envidio”, me dijo risueño.

Pero fue breve esa impasse: cuando poco después se descubre su cáncer de garganta, su director de Asuntos Institucionales, Jorge Rendo, pidió que no se publicara esa información. Se le explicó que si la vida del conductor de la mayor empresa de medios del país estaba en riesgo, no se podía ocultar una información de tanta importancia. Perfil difundió la noticia y aunque imagino que hoy Magnetto ya habrá comprendido lo utópico que resultaba su pretensión de que no trascendiese su enfermedad, desde entonces quedó severamente enemistado.

(...) El argumento kirchnerista sobre que los guantes de box y cascos que Moreno repartió durante la reunión eran un chiste, o que “finalmente nadie salió herido”, o que “se horrorizan por tan poco y no por las torturas que sufrieron los anteriores accionistas durante la dictadura”, son maniqueos, primitivos y salvajes. Eventuales crímenes mayores no justifican otros menores y las amenazas de violencia son una forma de violencia, más inadmisibles aún proviniendo de funcionarios del Estado. Si algunos de los accionistas de Papel Prensa hubieran cometido delitos, deberían ser los jueces y no una patota del Gobierno quienes los escarmentaran.

(...) Este no es el Magnetto que yo conocí, el que le asignaba al oscurantismo un carácter de sublime. Luce como alguien normal, con aciertos y errores (como lo fueron esa cena con el Peronismo Federal y Macri que tanto daño le hizo al anfitrión como a los invitados; o no haber promovido que se conociera el ADN de los hijos adoptivos de Ernestina de Noble antes de que el Gobierno lo convirtiera en una bandera) pero ya no es el hombre que hace un culto del misterio, como Yabrán, con quien injustamente se lo pretende comparar.

Esta persona está muy lejos de ser un santo. Muy lejos. Pero aun con todo lo que sus presiones me hicieron padecer, nunca me resultó el monstruo diabólico que pretende exhibir Guillermo Moreno.
Una manifestación de solidaridad tiene más valor si no proviene de un aliado sino de un competidor al que Clarín ha afectado, como es el caso de Perfil. Desde esta posición es que deseo testimoniar hoy mi apoyo a Magnetto.

JORGE FONTEVECCHIA
A los 21 fue fundador de la Editorial Perfil junto con su padre y es CEO de la empresa desde 1976 y presidente desde el 2003. En 1997 la Universidad de Columbia le otorgó el premio Cabot y en el 2000 el presidente de Brasil le concedió la Orden de Rio Branco. Fue editor de La Semana, Semanario, Noticias, Caras, entre otras revistas. Publicó los libros Entretiempo y Reportajes.

miércoles, 24 de febrero de 2010

el sueño americano, no tan solo


Dicen que necesitamos mas dinero para educación.más libros,más maestros, más aulas, más escuelas, necesitamos más exámenes para los niños y diran ya intentamos todo eso y los niños no pasan los exámenes. No se preocupen por eso, vamos a bajar las dificultad y eso es lo que hacen en muchas escuelas. Bajan las dificultad para que más niños puedan pasar, más chicos pasan, mejor se ve la escuela y todos felices y el coeficiente intelectual cae 2 o 3 puntos. Y pronto lo único que necesitaras es un puto lápiz.¿tienes un lápiz? metete ahí, clase de física!
Luego se preguntan porque otros 17 paises gradúan mas científicos que nosotros.Educación! los políticos conocen esa palabra, la usan con ustedes.tradicionalmente los políticos se han escondido detrás de 3 cosas: la bandera, la biblia y los niños. ningún niño será relegado!,ningún niño será relegado! ¿oh ,si? No hace mucho hablaban de darles ventaja de salida, ventaja, dejar atrás. Alguien esta perdiendo terreno aquí.
Pero hay una razón, una razón para esto. Hay una razón, por la cual la educación apesta y es la misma razon por la que jamas se arreglara,nunca se pondrá mejor, no busquen eso, sean felices con lo que tienen. Porque los dueños de este país no quieren eso, estoy hablando de los verdaderos dueños ahora, los grandes dueños y ricos intereses que controlan las cosas, y toman todas las decisiones importantes,olvidense de los políticos, los políticos son puestos ahí para darte la idea de que tienes libertad de elegir, no la tienes, no tienes elección, tienes dueño, son tus dueños,son dueños de todo,son dueños de las tierras importantes, controlan las corporaciones. Hace tiempo que fueron comprados y pagados,el senado, el congreso,las legislaturas, los municipios. Tienen a los jueces en sus bolsillos traseros, y son dueños de los grandes medios,así pueden controlar toda la información que recibes, te tienen de las pelotas. Gastan billones de dolares cada año haciendo lobby, haciendo lobby para conseguir lo que quieren.
Bueno sabemos lo que quieren, quieren más para ellos y menos para todos los demás.Pero te dire que no quieren, no quieren una población de ciudadanos capaces de pensar críticamente. No quieren gente informada, educada y de pensamiento critico. No estan interesado en eso, eso no lo ayuda. Eso va contra de sus intereses . Asi es.
No quieren personas suficientemente listas, como sentarse y pensar en como están siendo engañados por un sistema que los tiro por la borda hace 30 años. No quieren eso, saben lo que quieren? Quieren trabajadores obedientes, personas que sean lo suficientemente inteligente para operar las máquinas y hacer el trabajo administrativo. Y lo suficientemente estupidas para aceptar pasivamente todo este aumento de trabajos de mierda, con mala paga, más hora, reducción de beneficios, el fin de las horas extras, la pensión que desaparece cuando vas a buscarla, y ahora van por el dinero de tu seguridad social. Quieren el maldito dinero de tu jubilación. lo quieren de vuelta,para dárselos a sus amigos de Wall Street, y saben algo? lo tendrán tarde o temprano, porque son los dueños de este maldito lugar.
Es un gran club. y tu no estas en él. tú y yo no estamos en el gran club. Además, es el mismo gran club que usan para machacarte la cabeza, todos los dias cuando te dicen que debes creer. Todo el dia machacándote la cabeza con sus medios, diciéndote que creer, que pensar, que comprar. La mesa a sido inclinada amigos. El juego esta arreglado, y nadie parece darse cuenta, a nadie parece importarle.
Las buenas personas trabajadoras y honestas, oficinistas, obreros, no importa que color de camiseta tengas. Las buenas personas trabajadoras y honestas, continúan eligiendo a estos adinerados chupa-penes a los que no les importas en lo más minino, no les importas un carajo. Y nadie parece darse cuenta, a nadie parece importarle. Los dueños cuentan con eso. El hecho que los americanos(y latinos) probablemente continuarán obstinadamentes ignorantes del gran pene rojo, blanco y azul que le meten en el culo a diario. Porque los dueños de este país(y el mundo) saben la verdad, Se llama el sueño Americano: porque tienes que estar dormido para creértelo.

GEORGE CARLIN

domingo, 21 de febrero de 2010

Aquí estamos los dos


A Rubén Tealdi

Tal vez el accidente se produjo porque yo no sabía hacia donde iba, quiero decir, iba hacia el estudio donde pasaba la mayor parte de mis días, pero sin pertenecer a él. Tal vez por eso, lo primero que recuerdo es mi pierna torcida, el sentimiento absurdo de que ese sábado no podría ir a fútbol y enseguida, un dolor tremendo en el costado que me hacía difícil respirar y me convencía de que en ciertos momentos no me costaría morir.

Lo demás fue lo usual de esos casos, la ambulancia, el decadrón y ese olor del sanatorio, donde horas después yacía en una habitación compartida con un hombre de bastante edad, que dormía la mayor parte del tiempo. Según los médicos, debían esperar para decidir qué hacer, si debían operar o solamente enyesarme y como era viernes, debía permanecer por lo menos todo el fin de semana y quizá algo más.

Por suerte, después de las visitas que distrajeron la tarde, retorné a los libros que mi mujer previsoramente me había traído. De tanto en tanto, miraba hacia la cama del costado donde mi ocasional compañero dormía la mayor parte del tiempo, tornando perfecta la soledad que me permitía disfrutar las objeciones de Kierkegaard a la filosofía de Hegel, sin la interrupción banal de mi trabajo.

Cerca de la medianoche, una muchacha de aspecto sencillo entró en la habitación, me saludó con voz muy baja y se sentó al lado de mi ocasional compañero. Cuando el hombre repentinamente se enderezó sobre su cama, la muchacha rápidamente lo contuvo: "No se mueva, padre, no se mueva, se le va a soltar el suero". "Sí, señorita", respondió el hombre. Me sorprendí hasta tal punto que no pude contener una pregunta: "¿Se tratan de usted". En realidad, lo que me intrigaba era lo de señorita. La muchacha me contó que era su padre y que había perdido totalmente la memoria Hacia muchos años que estaba internado en el Gerontocomio Municipal, de donde, por algún descuido, se había alejado. Después de unos días lo encontraron, debilitado por la falta de alimentación y el rigor de la intemperie y lo trajeron al sanatorio.

Con un cierto pudor prosiguió contando su historia: "Vivíamos con mi madre y mi hermana, pero por necesidad yo fui a trabajar cama adentro como doméstica. Mi hermanita murió y al poco tiempo, también murió mi madre, siempre pensé que de tristeza, vio... Para colmo, yo contraje el mal de Chagas, si no fuera por mis hijitos, no me importaría. Pero, bueno, desde ese momento mi padre se perdió, no reconoció más a nadie, ¿sabe? ni siquiera a mí, así que no sé".

Se quedó en silencio, tal vez recuperando en su decir, el brutal ensañamiento de la vida. No pude menos que detenerme en la fatiga de su rostro, en su mirada triste y su gesto agotado, mientras acomodaba suavemente a su padre que seguía diciendo a cada frase suya "sí señorita", en tanto el olvido fluía con el convencimiento gris de no despertarlo de su sueño para evitar otras caídas en la región sin canto de una extrema pobreza. Pasado un momento la muchacha agregó, como pensando a media voz: "No sé por qué pero aquí estamos los dos"

La declaración me tocó por su intensidad conmovedora, por su aceptación implícita de ser para la muerte. Recordé un texto de Heidegger en el que se explicita que sólo el hombre tiene conciencia de su ser y de su existencia y que esta puede ser auténtica o inauténtica, y ahora, en medio de una noche abierta al enorme poder de la nostalgia, yo vivenciaba todo, esto gracias a una muchacha arrojada a la semipenumbra de la vida. Una muchacha que atisbaba la muerte más cercana o más certera, puesto que su mal era incurable. No era la letra de un libro, la escansión de un verso bellamente logrado, no, era una voz humildemente humana, cuya enunciación era un jadeo que sumerge en la duda la supuesta intención de lo creado. Pensé si era posible extraer de ese trozo de existencia algo que justificase la irrupción imprevista de un absurdo estar ahí, oscilante en la memoria que insiste perforando al infinito, o el olvido germinando en la extrañeza de una noche que se tornaba doblemente oscura. Doblemente oscura porque yo era arrojado a una parte olvidada de mí mismo, esa parte de mí mismo que pertenecía a la clase relegada, a la masa, como se suele decir, desestimando las voces inaudibles de un constante reclamo.

Por decir algo, le pregunté a la muchacha por su apellido y me dijo Olmo. En medio de la emoción que descendía de mi oído, recuperé al digno labriego de Novecento, Dalco Olmo, que muere bajo la sombra de un árbol y al Olmo centenario de un viejo poema de Machado, cuyos versos internamente repetí. La memoria me aferraba nuevamente para atenuar la opresión de lo real. Traté de retornar a mi lectura pero no pude. Decidí dormir y mi sueño se rodeó de imágenes que actualizaban el precario suburbio de mi infancia y a su gente desafiando el avatar de la pobreza. Sí, esa pobre muchacha inesperada en medio de mi noche, lograba conmover el deslizamiento burdamente complaciente de mi existencia. No compartí con ella más que el período de unas frases arrojadas al pasar, sin saber que su voz y sus palabras retornarían a mí cuando un desgarro avivara mis heridas.

El martes siguiente, el médico me dio la alegre noticia de que me iba a mi casa, después de que me enyesaran la pierna. Había tenido suerte, porque el accidente había sido grave. El viejo Olmo todavía persistía allí, pero unos días después cuando volví para llevarles un obsequio a las enfermeras, fui a la habitación y ya no estaba. Pregunté por él y me dijeron que había regresado al Gerontocomio Municipal. Pensé en ir, en realidad sin saber para qué ni por qué. En definitiva, al poco tiempo me quitaron el yeso, las consecuencias del accidente quedaron en el olvido y yo volví a mi vida habitual, la de costumbre: unas pocas horas en la docencia y la mayor parte del día en el estudio de publicidad, en el cual intentaba a duras penas, conformarme en él o por lo menos atenuar la sensación intermitente de ser un extranjero.

Dos años más tarde, una antigua colega, me ofreció unas horas en un colegio secundario muy humilde que estaba a dos cuadras del estudio. Estaba por negarme, cuando me dijo: "La escuela se llama Salvador Mazza, el médico que combatió el mal de Chagas". No quise ser terminante y le pedí unos días para pensarlo. Es increíble cómo ocurren las cosas, a veces parece haber una continuidad secreta que impulsa nuestras decisiones. Pedí permiso para salir del estudio y me dirigí hacia la escuela con la convicción de comunicar mi negativa, pero a poco de llegar me crucé con un anciano de aspecto desvalido, que se acercó y me dijo: "Estoy perdido, necesito regresar a mi casa. Un vecino me indicó con una sonrisa indulgente que el anciano vivía a dos cuadras de allí. No vacilé en acompañarlo hasta una casa muy humilde donde unos niños jugaban con una pelota de trapo. El abuelo está aquí, gritó uno de ellos. Una mujer agraviada por los años salió a recibirnos y me explicó, con tímida vergüenza que mi padre cada tanto se pierde, los médicos dijeron que es propio de algunos viejos. No sabía qué hacer para agradecerme, pero le expliqué que debía retirarme. Retrocedí sobre mis pasos y enseguida, leí el nombre de la escuela en un portón rudimentario y un tanto maltrecho. Titubeé; pero una voz dentro de mí repitió: "No sé por qué pero aquí estamos los dos". Volví al estudio, donde alguien me preguntó de dónde venía. Algo reconocible de mi origen irrumpió de repente. "Vengo de la Mazza" le respondí y en ese momento, incluso sorprendido de mi propia respuesta, supe que había hecho bien en aceptar.

Víctor Zenobi

viernes, 27 de noviembre de 2009

¿QUÉ ES VOTAR A LA IZQUIERDA, HOY?

Si como dice Carlos Marx el motor de la historia es la lucha de clases, y son los explotados los sujetos colectivos capaces de transformar progresivamente a la sociedad toda, con la palabra “izquierda” designamos a las posiciones políticas e ideológicas que contribuyen en esa dirección liberadora. Para orientar el rumbo hacia esa dirección, es necesario ubicar el momento actual al interior del desarrollo histórico, el punto del camino en el que nos encontramos como pueblo, de dónde venimos y hacia dónde vamos.Desde el 2003 se empezó a transformar el carácter de las relaciones de producción. El modelo de especulación financiera y privatista extranjerizante, es confrontado por políticas de estado tendientes a crear una economía basada en la producción y el mercado interno, la movilización de recursos locales y del ahorro nacional, de aumento del empleo, de la mejora de derechos y de la capacidad de consumo de las clases trabajadoras, tipo de cambio competitivo y aumento de la capacidad de producir manufacturas de origen industrial y agropecuario para exportación.
Un modelo de desarrollo de las fuerzas productivas con base en el rol motorizante del Estado y una política exterior de autodeterminación nacional y latinoamericanista, inéditas para la historia de nuestro país. La nacionalización de las AFJP ha sido sin duda uno de los puntos más altos.En concreto, el conflicto social queda expresado en las posiciones acerca del rol de Estado en la economía -incluida la propuesta de ley de servicios de comunicaciones audiovisuales, donde se afectaría la propiedad de los multimedios-, y la posición sobre la integración con el resto de América.Las del domingo son las primeras elecciones desde el intento golpista del año pasado, donde la oligarquía se reorganizó políticamente. Esa alianza entre los terratenientes de la pampa húmeda y productores hegemónicos del litoral (autobautizados “el campo”), grupos exportadores y ligados al mundo financiero, los grandes medios de comunicación, la Iglesia, el club de amigos de la última dictadura, sectores medios de las ciudades con espíritu antiperonista. Encontró su base social, untada en el arcilloso odio de clase, y ahora en esta elección pugna por darse definitivamente una representación política que ayude moldear el país que, en la actual coyuntura mundial, necesitan.Para eso quieren ponerle un cepo al último período del gobierno nacional, y en lo posible, impedir la continuidad. Este es su objetivo principal.Entonces, en este escenario político de disputa entre dos modelos de país, es que se juega la posibilidad de la transformación social progresista, y el motor de la historia.
El esquema izquierda, centro y derecha es tributario del pensamiento europeo en su reflejo de la cuestión social y no suele expresar fielmente la realidad latinoamericana, en especial en su vínculo con la cuestión nacional. Con mayor precisión, corresponde hablar de políticas nacionales y antinacionales, antinomia vigente mientras no se realice el ciclo histórico de la liberación nacional y latinoamericana. Por eso la denominación de izquierda no es de por sí esclarecedora, al contrario, suele sumar a la confusión.Aún así, los partidos denominados de “izquierda” son esencialmente urbanos, y su composición es clasemediera. No son partidos obreros o de trabajadores. En Buenos Aires aparece Proyecto Sur, y en Santa Fe, con bastión en Rosario, el socialismo de Binner. En el conurbano, con suerte incierta, está Sabatella. Por lo que la importancia de estos está en su influencia sobre las clases medias urbanas.Y ellas tienen en nuestro país algunas características específicas, producto de la colonización pedagógica. En primer lugar, y desde un punto de vista histórico, son instrumento de la oligarquía, es decir suelen carecer de política propia que les pertenezca, como su oposición al peronismo del 45, y ahora al gobierno nacional, cuando sus políticas mejoran claramente sus condiciones de vida. En segundo lugar, sus opciones son falsas. Suelen apoyar partidos sin proyección nacional, o bien que culminan en políticas contra sus intereses económicos, como la Alianza, o ahora el macrismo.Pero en verdad, parecen que nada sirve de experiencia, y esa imposibilidad de conciencia nacional se caracteriza por su abstracción frente al país. Viven de espaldas a los pueblos del “interior” y su comportamiento tiene base en una temerosa actitud ante la presencia de lo popular; el centralismo porteñista brinda una colaboración esencial a la incomprensión de la cuestión nacional. Algo similar ocurre en Rosario.La opción política es en nombre de los “principios individuales”, y niega así el interés colectivo de los trabajadores y sectores populares en tanto clase social. El “darse un gusto” es expresión de la “libertad de conciencia” que se ejerce en nombre de la autonomía de la voluntad, ideario al que profesan una lealtad religiosa. Su fe es entonces de contenido liberal, aunque su intención o fraseología sea socialista o izquierdista.La consecuencia es su posición antinacional, ya que al afirmarse principalmente en su individualidad, carecen de compromiso colectivo y de sentido de pertenencia al pueblo al que, realmente, pertenecen, lo que configura el núcleo de la “izquierda” argentina. Entonces, votar a la “izquierda” es un modo de canalizar esa posición sin compromiso, es sentirse distinto a todos, o lo que es lo mismo, a los trabajadores; es el deseo de distinción personal que ratifica su visión de mundo individualista.Y es, en general, el problema de las clases medias urbanas latinoamericanas puestas en crisis existencial por la acción de movimientos nacionales. Es el caso de Caracas, o Guayaquil, o Sao Paulo. Tanto Hugo Chávez como Evo Morales tienen oposiciones desde la izquierda.
Por eso, como cuestión principal entiendo la siguiente: ¿hacia dónde acumulan poder las distintas organizaciones, hacia cuál de los dos modelos de país?Los partidos de izquierda han expresado en la práctica, y de diversos modos, su oposición al kirchnerismo. A ello han concurrido de varias formas: desde el espectáculo patético de las banderas rojas vivando a la dirigencia de la Sociedad Rural, hasta el voto en contra del ejercicio del derecho de exportación del Estado Nacional, por parte de Claudio Lozano y legisladores del ex bloque de Carrio, SI. Son estas sus actuaciones políticas más significativas para mencionar, en el último tiempo. Y son las que han definido cuál es el rol cumplido, más allá de las declamaciones de contenido democrático o nacionalista popular.Mientras los partidos como el PO, el MST, el PCR, y otros varios, suelen no tener más acumulación que para mantener su pequeña quinta, les caben las generales de la ley que les impone su mirada antinacional. Y suelen cumplir su rol objetivo, pequeño pero efectivo, a favor del orden oligárquico. “El oportunismo intelectual de izquierda se desliza hacia la reacción” explicaba Hernández Arregui.Los casos de Proyecto Sur y el socialismo pro-Binner, son distintos por tener una influencia política considerablemente mayor. Su influencia por ahora limitada geográficamente a algunos, pero importantes, conglomerados urbanos es sobre los sectores medios de “izquierda” o “centro izquierda” con las características señaladas.Por ahora, han crecido con base en cierta prédica antikirchnerista, que los ha colocado también objetivamente a favor del modelo pro oligárquico. En esto nada tienen que ver las películas de Pino Solanas, que todos vemos y difundimos. En especial porque el contenido crítico de sus postulados a favor de una Argentina soberana y socialmente justa no coincide con la práctica política concreta. Aunque nada de esto es en forma definitoria ni menos definitiva.Todos ellos, después de las elecciones deberán volver a definir cuál es el norte final de acumulación de poder político en este escenario dividido en dos modelos. Pueden cambiar su destino y con éste intentar torcer el rumbo antinacional de las clases medias y movilizar por la profundización de los cambios. Ese, a partir de su composición social, sería su rol histórico. Después de todo, sería coherencia con sus propios objetivos programáticos. Pero para eso deberán modificar el comportamiento del último tiempo.
Por último, y volviendo a las clases trabajadoras, el mismo ensayista decía que “aunque el nivel cultural del obrero es inferior al de la pequeña burguesía, su conciencia política es en cambio superior. El sindicato es su escuela y en la apreciación global del problema nacional es más argentina, pues ella elabora como clase productora la riqueza colectiva, y al defenderse como proletariado argentino, defiende a la Nación”.Mientras los trabajadores defienden intereses concretos, porque exigen realizaciones aquí y ahora. La creación masiva de empleos, el aumento de salarios y del poder adquisitivo, la recuperación de las jubilaciones, son hechos vistos como de significativa transformación y es el norte que sirve de guía a sus posiciones. Eso explicaría la lealtad al kirchnerismo que posibilitó el triunfo presidencial de Cristina Fernández.Y si por izquierda entendemos, con Marx, a la capacidad de transformar progresivamente a la sociedad toda, no hay dudas que el apoyo a la política nacional del gobierno es un voto a favor de las clases trabajadoras.El destino del país, otra vez, está en manos de las clases trabajadoras.


Javier Azzali

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Los lugares donde se torturó y mató

El primer centro de detención al que se dirigió la comitiva judicial en la mañana de ayer fue la escuela Magnasco, de Zeballos y Ovidio Lagos, lugar al que fueron trasladados los detenidos de la Quinta de Funes luego de que el militante Tulio Valenzuela, que había sido llevado a México para asesinar a la cúpula de Montoneros , se fugara de sus captores y denunciara la maniobra tramada por el general Leopoldo Galtieri. Costanzo señaló que ingresaron "en autos y un camioncito" por la entrada de vehículos que da a Ovidio Lagos y que usaron el lugar porque "Bertoti era hombre del 121", en referencia al ex director de la escuela. Costanzo indicó el lugar donde estaban ubicados los detenidos y recordó que "las condiciones se endurecieron allí. Estaban tabicados, no los llevaban al baño y hacían sus necesidades en tachos o baldes, que estuvieron al menos un mes allí, que del traslado y de todas las actividades allí participó todo el grupo operativo: Guerrieri, Amelong, Fariña, Pagano, Marino González, Aldo, entre otros", según revelaron las abogadas de Hijos, Ana Oberlin y Nadia Shujman.
El represor agregó que desde ese lugar los detenidos fueron trasladados a la quinta la Intermedia, propiedad de la familia Amelong, y remarcó que "todo el grupo operativo estuvo, primero en la Calamita, y luego en Funes, Magnasco, La Intermedia y la Fábrica de Armas".
En tanto, en la Quinta de Funes, Costanzo reconoció el predio como el lugar donde estuvieron luego de La Calamita, y señaló el sitio donde pusieron a los detenidos y donde se ubicaba el grupo operativo. En este sentido Costanzo contestó que "Negro, Dri y Valenzuela estaban aparte", y que "la custodia la hacía Gendarmería de civil".
Costanzo también contó que pusieron rejas en las ventanas donde dormían los detenidos, ubicó el lugar donde estaba el teléfono, dentro de la casa principal, donde atendió el llamado del diario mejicano Uno más Uno.
El último lugar de la recorrida fue el centro clandestino de detención y torturas de Granadero Baigorria, La Calamita. Allí Costanzo rememoró que llegó en junio julio de 1977. "Allí había varios de los detenidos que después fueron llevados a la Quinta", explicó el represor. Preguntado otra vez por Hijos, Costanzo dijo que "Dussex y Toniolli habían estado aquí", que "aquí se interrogaba".
El Tucu refirió que a los detenidos "se le sacaba información por medio de tortura, que el que hacía los interrogatorio era el Barba", y que "en un momento hubo entre 80 y 100 detenidos que estaban tabicados, todos juntos en dos habitaciones, sin colchones, tirados en el piso".
Costanzo repitió que allí mataron a 17 personas, luego se llevaron 23 y los mataron en Monje, y que el militante comunista "Tito Mezziez estuvo allí en un sótano".