viernes, 27 de noviembre de 2009

¿QUÉ ES VOTAR A LA IZQUIERDA, HOY?

Si como dice Carlos Marx el motor de la historia es la lucha de clases, y son los explotados los sujetos colectivos capaces de transformar progresivamente a la sociedad toda, con la palabra “izquierda” designamos a las posiciones políticas e ideológicas que contribuyen en esa dirección liberadora. Para orientar el rumbo hacia esa dirección, es necesario ubicar el momento actual al interior del desarrollo histórico, el punto del camino en el que nos encontramos como pueblo, de dónde venimos y hacia dónde vamos.Desde el 2003 se empezó a transformar el carácter de las relaciones de producción. El modelo de especulación financiera y privatista extranjerizante, es confrontado por políticas de estado tendientes a crear una economía basada en la producción y el mercado interno, la movilización de recursos locales y del ahorro nacional, de aumento del empleo, de la mejora de derechos y de la capacidad de consumo de las clases trabajadoras, tipo de cambio competitivo y aumento de la capacidad de producir manufacturas de origen industrial y agropecuario para exportación.
Un modelo de desarrollo de las fuerzas productivas con base en el rol motorizante del Estado y una política exterior de autodeterminación nacional y latinoamericanista, inéditas para la historia de nuestro país. La nacionalización de las AFJP ha sido sin duda uno de los puntos más altos.En concreto, el conflicto social queda expresado en las posiciones acerca del rol de Estado en la economía -incluida la propuesta de ley de servicios de comunicaciones audiovisuales, donde se afectaría la propiedad de los multimedios-, y la posición sobre la integración con el resto de América.Las del domingo son las primeras elecciones desde el intento golpista del año pasado, donde la oligarquía se reorganizó políticamente. Esa alianza entre los terratenientes de la pampa húmeda y productores hegemónicos del litoral (autobautizados “el campo”), grupos exportadores y ligados al mundo financiero, los grandes medios de comunicación, la Iglesia, el club de amigos de la última dictadura, sectores medios de las ciudades con espíritu antiperonista. Encontró su base social, untada en el arcilloso odio de clase, y ahora en esta elección pugna por darse definitivamente una representación política que ayude moldear el país que, en la actual coyuntura mundial, necesitan.Para eso quieren ponerle un cepo al último período del gobierno nacional, y en lo posible, impedir la continuidad. Este es su objetivo principal.Entonces, en este escenario político de disputa entre dos modelos de país, es que se juega la posibilidad de la transformación social progresista, y el motor de la historia.
El esquema izquierda, centro y derecha es tributario del pensamiento europeo en su reflejo de la cuestión social y no suele expresar fielmente la realidad latinoamericana, en especial en su vínculo con la cuestión nacional. Con mayor precisión, corresponde hablar de políticas nacionales y antinacionales, antinomia vigente mientras no se realice el ciclo histórico de la liberación nacional y latinoamericana. Por eso la denominación de izquierda no es de por sí esclarecedora, al contrario, suele sumar a la confusión.Aún así, los partidos denominados de “izquierda” son esencialmente urbanos, y su composición es clasemediera. No son partidos obreros o de trabajadores. En Buenos Aires aparece Proyecto Sur, y en Santa Fe, con bastión en Rosario, el socialismo de Binner. En el conurbano, con suerte incierta, está Sabatella. Por lo que la importancia de estos está en su influencia sobre las clases medias urbanas.Y ellas tienen en nuestro país algunas características específicas, producto de la colonización pedagógica. En primer lugar, y desde un punto de vista histórico, son instrumento de la oligarquía, es decir suelen carecer de política propia que les pertenezca, como su oposición al peronismo del 45, y ahora al gobierno nacional, cuando sus políticas mejoran claramente sus condiciones de vida. En segundo lugar, sus opciones son falsas. Suelen apoyar partidos sin proyección nacional, o bien que culminan en políticas contra sus intereses económicos, como la Alianza, o ahora el macrismo.Pero en verdad, parecen que nada sirve de experiencia, y esa imposibilidad de conciencia nacional se caracteriza por su abstracción frente al país. Viven de espaldas a los pueblos del “interior” y su comportamiento tiene base en una temerosa actitud ante la presencia de lo popular; el centralismo porteñista brinda una colaboración esencial a la incomprensión de la cuestión nacional. Algo similar ocurre en Rosario.La opción política es en nombre de los “principios individuales”, y niega así el interés colectivo de los trabajadores y sectores populares en tanto clase social. El “darse un gusto” es expresión de la “libertad de conciencia” que se ejerce en nombre de la autonomía de la voluntad, ideario al que profesan una lealtad religiosa. Su fe es entonces de contenido liberal, aunque su intención o fraseología sea socialista o izquierdista.La consecuencia es su posición antinacional, ya que al afirmarse principalmente en su individualidad, carecen de compromiso colectivo y de sentido de pertenencia al pueblo al que, realmente, pertenecen, lo que configura el núcleo de la “izquierda” argentina. Entonces, votar a la “izquierda” es un modo de canalizar esa posición sin compromiso, es sentirse distinto a todos, o lo que es lo mismo, a los trabajadores; es el deseo de distinción personal que ratifica su visión de mundo individualista.Y es, en general, el problema de las clases medias urbanas latinoamericanas puestas en crisis existencial por la acción de movimientos nacionales. Es el caso de Caracas, o Guayaquil, o Sao Paulo. Tanto Hugo Chávez como Evo Morales tienen oposiciones desde la izquierda.
Por eso, como cuestión principal entiendo la siguiente: ¿hacia dónde acumulan poder las distintas organizaciones, hacia cuál de los dos modelos de país?Los partidos de izquierda han expresado en la práctica, y de diversos modos, su oposición al kirchnerismo. A ello han concurrido de varias formas: desde el espectáculo patético de las banderas rojas vivando a la dirigencia de la Sociedad Rural, hasta el voto en contra del ejercicio del derecho de exportación del Estado Nacional, por parte de Claudio Lozano y legisladores del ex bloque de Carrio, SI. Son estas sus actuaciones políticas más significativas para mencionar, en el último tiempo. Y son las que han definido cuál es el rol cumplido, más allá de las declamaciones de contenido democrático o nacionalista popular.Mientras los partidos como el PO, el MST, el PCR, y otros varios, suelen no tener más acumulación que para mantener su pequeña quinta, les caben las generales de la ley que les impone su mirada antinacional. Y suelen cumplir su rol objetivo, pequeño pero efectivo, a favor del orden oligárquico. “El oportunismo intelectual de izquierda se desliza hacia la reacción” explicaba Hernández Arregui.Los casos de Proyecto Sur y el socialismo pro-Binner, son distintos por tener una influencia política considerablemente mayor. Su influencia por ahora limitada geográficamente a algunos, pero importantes, conglomerados urbanos es sobre los sectores medios de “izquierda” o “centro izquierda” con las características señaladas.Por ahora, han crecido con base en cierta prédica antikirchnerista, que los ha colocado también objetivamente a favor del modelo pro oligárquico. En esto nada tienen que ver las películas de Pino Solanas, que todos vemos y difundimos. En especial porque el contenido crítico de sus postulados a favor de una Argentina soberana y socialmente justa no coincide con la práctica política concreta. Aunque nada de esto es en forma definitoria ni menos definitiva.Todos ellos, después de las elecciones deberán volver a definir cuál es el norte final de acumulación de poder político en este escenario dividido en dos modelos. Pueden cambiar su destino y con éste intentar torcer el rumbo antinacional de las clases medias y movilizar por la profundización de los cambios. Ese, a partir de su composición social, sería su rol histórico. Después de todo, sería coherencia con sus propios objetivos programáticos. Pero para eso deberán modificar el comportamiento del último tiempo.
Por último, y volviendo a las clases trabajadoras, el mismo ensayista decía que “aunque el nivel cultural del obrero es inferior al de la pequeña burguesía, su conciencia política es en cambio superior. El sindicato es su escuela y en la apreciación global del problema nacional es más argentina, pues ella elabora como clase productora la riqueza colectiva, y al defenderse como proletariado argentino, defiende a la Nación”.Mientras los trabajadores defienden intereses concretos, porque exigen realizaciones aquí y ahora. La creación masiva de empleos, el aumento de salarios y del poder adquisitivo, la recuperación de las jubilaciones, son hechos vistos como de significativa transformación y es el norte que sirve de guía a sus posiciones. Eso explicaría la lealtad al kirchnerismo que posibilitó el triunfo presidencial de Cristina Fernández.Y si por izquierda entendemos, con Marx, a la capacidad de transformar progresivamente a la sociedad toda, no hay dudas que el apoyo a la política nacional del gobierno es un voto a favor de las clases trabajadoras.El destino del país, otra vez, está en manos de las clases trabajadoras.


Javier Azzali

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